Artistas que cruzan las rejas
Por Cynthia Eisenberg | 23.8.2010

Un grupo fotógrafas, escritoras y diseñadoras capacita a las mujeres que han sido privadas de su libertad y las ayuda a reinsertarse en la sociedad. Este proyecto está a cargo de la Asociación Civil Yo no fui y ofrece talleres artísticos y productivos dentro y fuera de la Unidad 31 del penal de Mujeres de Ezeiza. Estel es inglesa, tiene la piel oscura y la sonrisa ancha. Llegó al país en 2002 y al poco tiempo quedó detenida en la Unidad 31 del Penal de Mujeres de Ezeiza. Cuando ingresó a cárcel no hablaba una palabra de español, sin embargo decidió participar en el taller de poesía que desarrolla la asociación Yo no fui dentro del penal y poco a poco se largó a escribir. 'El taller me ayudó a encontrar dentro mío cosas que tenía guardadas. Cuando estás presa no perdés tu esencia, la guardás en una cajita. Yo no fui me ayudó a sacar de esa cajita cosas mías', explica Estel. A cincuenta días de terminar su condena accedió al sistema de salidas transitorias. Una vez por semana asiste a los talleres que se dictan fuera del penal en la sede de la asociación en Palermo. Lejos de la cárcel, prefiere ser Estel a secas porque 'adentro te llaman por el apellido, cuando salís recuperás tu nombre'. Gracias a Yo no fui comenzó también a trabajar cómo profesora de inglés. La organización Yo no fui desarrolla proyectos relacionados con el arte para ofrecer a las mujeres privadas de su libertad oportunidades para reinsertarse en la sociedad. Nació por iniciativa de la escritora María Medrano, quien en el 2002 comenzó a brindar talleres literarios en las cárceles; a medida que las mujeres salían en libertad querían seguir el taller afuera y la propuesta traspasó los límites del penal, al taller de poesía se fueron sumando otros y surgieron nuevas cuestiones: 'nos dimos cuenta que había espacios y necesidades que nadie cubría', señala Medrano. 'Nuestro objetivo es acompañar a las mujeres detenidas en el proceso de recuperación de la libertad; lo hacemos con las herramientas con las que contamos, que son las vinculadas al arte; las capacitamos a través de diversos talleres, promovemos el contacto con el afuera e impulsamos la autogestión. También cuando salen, les brindamos un marco de contención emocional, en el exterior ellas se encuentran con la nada, con que le cierran las puertas en todos lados. Todas las chicas detenidas coinciden en que cuando están adentro y se acostumbran, la pasan, lo verdaderamente difícil es salir', agrega. El sistema judicial argentino cuenta con espacios que se ocupan de la reinserción social de las detenidas como la Dirección Nacional de Readaptación Social, dependiente del Ministerio de Justicia y el Patronato de Liberados. Sin embargo, Medrano considera que no son efectivos porque 'las oficinas están colapsadas y nadie se hace cargo de la gente que egresa del penal. Es impensable que una persona que estuvo años detenida pueda salir de un día para el otro y buscar un trabajo, tiene que atravesar todos los conflictos familiares, el tema de la desvinculación con el afuera, con la realidad. Hay chicas que salen y no saben cómo sacar el boleto en un colectivo. Desde Yo no fui tratamos de salvar esta brecha. Más allá de los talleres y de la capacitación, lo más importante que les ofrecemos a las mujeres es el vinculo, es la idea de que no están solas'. La asociación está formada por algunas mujeres que pasaron por la cárcel y otras que no. 'Es muy importante que parte de la comisión directiva sean mujeres que estuvieron presas -dice Medrano- esto nos ayuda a dimensionar las necesidades reales para llevar a cabo nuestro proyecto de manera efectiva'. Otra oportunidad Ramona Leiva es una de las gestoras de Yo no fui. Estuvo detenida en el penal Nº3 y allí se inició en el arte de la serigrafía. Ahora dicta cursos dentro del penal y afuera, en la sede de la asociación. Actualmente, con sus alumnas y alumnos, está abocada a la tarea de imprimir 2500 tapas de CD para el próximo disco del grupo roquero Las pastillas del abuelo. 'Tratamos de brindar herramientas para que a través del arte todas tengan una oportunidad para salir adelante ', señala Leiva. 'Los libros del taller de encuadernación –explica- se venden en las librerías, las artistas del taller de fotografía pueden comercializar sus obras y algunos locales de diseño nos compran la producción del taller de diseño textil. También pedimos donaciones de ropa para que las chicas con arresto domiciliario hagan ferias americanas en su casa y de esa manera tengan algo de dinero. Van surgiendo cosas nuevas y vamos inventando sobre la marcha'. Otra de las mujeres vinculadas al proyecto, la diseñadora Marcela Bonifacio, coordina el taller de diseño textil, en el cual se emparchan jeans y se elaboran productos originales con retazos que donan las fábricas. Por su parte, Graciela Cabrera es costurera y tiene a su cargo dos maquinas de coser con las que confecciona trajes, delantales y bolsos. 'Compramos las maquinas poniendo un poquito entre todas y de a poco lo vamos recuperando', cuenta Cabrera mientras apura el mate para seguir con su trabajo. Las acciones de la asociación se sustentan con la mitad de la venta de las producciones, el resto va para las creadoras. Más información: Imágenes de adentro [Image] Artemisa Noticias

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