Parir a su descendencia
Por: Gloria Comesaña Santalices*
En las últimas décadas, Marbella Camacaro, profesora titular de la Universidad de Carabobo, ha investigando sin descanso sobre el tema de los derechos sexuales y reproductivos. Durante los últimos años ha recolectado e interpretado los datos sobre el parto de la mujer obtenidos mediante un trabajo de campo que recoge en su obra “La Obstetricia develada: otra mirada desde el Género”, sobre la cual versa la edición de hoy.
Por primera vez en Venezuela, se plantea un trabajo de esta naturaleza, y desde la única perspectiva posible: la mirada feminista a través de la metodología de género. Y decimos la única perspectiva posible, porque obviamente, desde la profesión médica, un discurso y un análisis de esta naturaleza serían poco menos que imposibles, siendo la institución médica una de las más cerradas a toda crítica o autocrítica, lo cual rodea todos sus actos casi de una conspiración de silencio que nadie se atreve a romper.
Por eso este libro es tan importante, puesto que desmonta un discurso, el de la medicina obstétrica en este caso, y nos obliga a ver de frente algo que la mayoría prefiere soslayar: que el poder del que disfrutan los médicos/as, en este caso la rama de la obstetricia, se asienta y hace posible gracias al patriarcado.
De la experiencia de la mujer y de su conocimiento auténtico sobre lo que sucede en su cuerpo, la medicina oficial, patriarcal, hace caso omiso, puesto que a las mujeres sólo se les concede la palabra en este terreno, si son médicas, y si repiten a pies juntillas el discurso único autorizado.
Por otra parte, nos dice nuestra autora, desde la mirada cientificista y organicista del discurso médico obstétrico, las mujeres son vistas fundamentalmente desde una perspectiva biologicista como seres fundamentalmente sexuados, cuya función principal en este mundo, consiste en concebir y parir
Violencia obstétrica
Jamás, por otra parte, la práctica médica se reconoce culpable de problemas causados a los/as pacientes. En el caso de las mujeres nunca el cuerpo médico reconoce que, en numerosos casos, las complicaciones que sufren las mujeres durante el embarazo, el parto o el puerperio, o en todo caso, durante la solicitud de atención ginecológica, son consecuencia de intervenciones, tratamientos no necesarios, omisiones o diagnósticos incorrectos o agresivos.
Por otra parte, y si bien es cierto que los/as médicos/as en general, se consideran dotados de una autoridad absoluta que derivaría de su saber, razón por la que se sienten superiores a sus pacientes, y con derecho a tratarlos/as, con altanería, groseramente a veces, o como si fuesen infantes, esto se agrava en el caso de la relación entre el/la médico/a y la mujer, que particularmente durante el embarazo, y sobre todo en el parto, se encuentra en una situación de absoluta vulnerabilidad. Todas conocemos historias de mujeres que han sido maltratadas verbalmente por su médico/a cuando no han sido agredidas incluso físicamente.
Camacaro muestra los avances que en materia legal ha habido en nuestro país, a pesar de los cuales, la situación de las mujeres en general, y muy en especial en el caso que nos ocupa, no ha cambiado mucho, porque, además de que las leyes o normas no se cumplen, por falta de medios, por desinterés, o por desconocimiento, en el campo de la atención obstétrica es preciso vencer siglos de comportamientos anquilosados, y deshacerse de una ideología patriarcal que ve a las mujeres como objetos pasivos del discurso omnisciente de la medicina, que según sus detentores no amerita ningún cambio ni corrección.
Haciendo un recorrido histórico, nuestra autora nos muestra cómo a mediados del siglo XIX, la atención del embarazo, del parto y del puerperio, les fue arrebatada a las mujeres para convertirla en un acto medicalizado, que debe ocurrir dentro de la institución hospitalaria y bajo un control médico homogéneo, donde la mujer es además desposeída de su cuerpo y de su dignidad como persona.
Camacaro destaca cómo desde la consciencia adquirida a partir de la Teoría feminista, las mujeres investigadoras de estos temas, hacen un verdadero trabajo militante, al mostrar cómo en cada período histórico, apoyándose en la religión, o en la ciencia o en ambas, de lo que se ha tratado es de convencer a las mujeres de que son seres débiles, inferiores, destinadas a soportar la carga de la reproducción de la especie, y que además, deben estar agradecidas cuando las instituciones médico-hospitalarias, se apropian de sus cuerpos y de los de sus hijos/as, so pretexto de ayudarlas a llevar adelante eficazmente sus embarazos y partos, por el mejor bien de la humanidad, que es el señuelo con el cual elevan a la función maternal a un sitial en el cual ninguna humana real puede estar mucho tiempo.
Poder y medicalización
El punto álgido se alcanza en el capítulo titulado: “Deconstruyendo los simulacros hegemónicos”, en el cual la autora muestra y demuestra lo que constituye el punto central de su investigación: la forma en que la medicalización excesiva de la vida humana, y particularmente de los procesos de las vidas reproductivas de las mujeres, que no sufren de ninguna patología (menopausia, menstruación, embarazo, parto, lactancia), las somete a procedimientos y tratamientos que traen consigo secuelas negativas para su salud, debido a los tratamientos en sí mismos, pero también porque, al tratarlas como enfermas, las mujeres ven reducidas sus posibilidades “de valerse por sí mismas, dependiendo de una intervención técnico-médica para afrontar su vida sexual, reproductiva, síquica, y hasta cotidiana.”
A partir de allí Camacaro va desgranando la terrible letanía de las entrevistas a obstetras, residentes y pasantes, que muestran cómo, en los hospitales públicos, las mujeres, desde que llegan a parir, son atrapadas en un protocolo en el cual son tratadas como meros cuerpos que son manejados y manipulados siguiendo unas normas estrictas.
En ellas, poco cuenta la identidad de la persona, sus necesidades, su propio proceso en el acto de parir, y su derecho a no sufrir tratamientos o prácticas innecesarias, en medio de los cuales, además, las mujeres no pueden ni siquiera ver a sus hijos/as una vez nacidos/as, y mucho menos sentir su calor y darles el suyo.
Aunque en cantidad son menos, los testimonios de las mujeres son prácticamente todos horripilantes, corroborando de una manera terrible, porque lo han sufrido en carne propia, los testimonios del cuerpo médico de los que ya hemos hablado.
Con respecto a dichos testimonios, deja en claro la autora, que la fuerza de la razón tecno-científica en este campo es tan grande, “que logra anular en ellos/as, la posibilidad de contestación, de considerar críticamente su actitud, mediante el afianzamiento de una mentalidad que califica como impropio del hacer científico el reconocimiento de todo aquello que no se haya inscrito en ese saber/hacer.”
Incumplimiento a la ley
En la última parte de este capítulo, recoge la autora las quejas, rechazo e incomprensión de la gente médica (médicos/as, pasantes, residentes) con respecto a la nueva Ley sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia (2007), que incluye por primera vez la violencia obstétrica. En estas protestas queda ejemplificada la actitud prepotente e intolerante del cuerpo médico en general, frente a cualquier situación en la cual su práctica médica sea sometida a evaluación.
En las conclusiones, Camacaro expresa que con el apoyo de la nueva Ley sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, es mucho lo que aún falta por hacer para que las mujeres se empoderen, para que las embarazadas no sean vulnerables y tomen conciencia de sus derechos frente al poder patriarcal y médico en particular, y para que la institución médica sea capaz de reconocer a las mujeres como sujetas y dueñas de sus vidas, de sus cuerpos y deseos, y pongan sus conocimientos en diálogo con los suyos, para proporcionarles una verdadera calidad de vida.
*Profesora Titular de la Universidad del Zulia. Doctora en Filosofía (Universidad de Paris I, Panteón-Sorbona)
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