No se puede separar la maternidad del feminismo

-El verdadero feminismo está en la defensa de la maternidad, dice Yvonne Knibiehler en su libro “¿Quién cuidará a los niños? Memorias de una feminista iconoclasta”. Mientras Alison Wolf sostiene que, por una supuesta reivindicación de las mujeres, el feminismo traicionó a las madres.
En sus memorias la historiadora y figura del feminismo francés Yvonne Knibiehler (84), dice por qué la maternidad es la liberación real y verdadera de las mujeres. Viéndolo así, suena a contradicción: cómo ser madre y “amarrarse”, como diría Corinne Maier, va a ser la “nueva libertad”. Pensamos parecido a Simone de Beauvoir cuando escribe en “El Segundo Sexo” que la maternidad es un obstáculo a la vocación humana de trascendencia.
Quizá creemos que se sobreponen porque estamos acostumbrados a pensar la “emancipación” y el feminismo a través del voto femenino, el topless en las playas de la Costa de Azul de Francia (que hoy las jóvenes miran con vergüenza), la lucha por la igualdad de género, etc. Por esa visión que tenemos del feminismo es que le hacemos caso a la filósofa y economista británica Alison Wolf, que escribe que la brecha social (y machista) que existe, por ejemplo a la hora de recibir el sueldo o de postular a un empleo, no está entre hombres y mujeres, sino entre madres y no madres.
Kniebiehler tiene la experiencia de un siglo de generaciones (conoció la realidad del siglo XIX de boca de su abuela burguesa, la de su madre que sólo llegó hasta primaria porque las mujeres debían ser dueñas de casa, su propia pelea por eliminar las estructuras familiares, la de sus hijos y de sus nietos) que plasmó en sus libros “La révolution maternelle depuis 1945″ (1997) y “La Sexualité et l’’histoire” (2002), en ellos, en el de ahora y en su vida, siempre prefirió mezclar su maternidad y su trabajo para no tener que elegir (creo que tener que decidir si criamos o somos profesionales, es de la cosas más machista): se especializó en historia de la maternidad.
En su libro dice que “puede consentir en dar vida solamente si la vida tiene un sentido; no puede ser madre sin tratar de desempeñar un papel en la vida económica, política, social”. Y lo reafirma en una entrevista que dio al Clarín: “la maternidad no era solamente un desarrollo narcisista, un júbilo personal. Era también, en igual medida, una función social. Y yo estaba convencida de que ignorando esa función social, se ignoraba la mitad, por lo menos, de las realidades maternas. Desde entonces, los resultados de mis investigaciones no han hecho más que reafirmar esa certeza. El feminismo debe ante todo repensar la maternidad: todo lo demás se dará por añadidura”.
Creo que una de las cosas más feministas maternales que podemos hacer las mujeres es dejar una descendencia que entienda por qué quisimos que nacieran y que fue una decisión totalmente libre y voluntaria: elegir cuándo y con quién ser madres se convierte en una determinación absolutamente femenina. Por eso es que la ley de Veil, que legalizó el aborto en Francia hace 30 años, las pastillas anticonceptivas o la píldora del día después, se consideran feministas al darnos la opción ser o no madres. Por eso es que no se puede pensar como Simon de Beauvoir que dice que la maternidad es una traba para trascender cuando los hijos son la forma más fiel, y única tal vez, de trascendencia

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