IMPUNIDAD EN VILLEGAS

La infancia, por indefensión, por vaciedad de poder, por inocencia que intenta desmentirse cada vez más tempranamente, es el blanco fácil para ser acusada de todos los males. Y convertirse en el cordero expiatorio de las falencias, las injusticias y las perversidades de los adultos. Plenamente conscientes de la frontera dispuesta entre el bien y el mal.

Los niños y las niñas de esta patria enclavada en los sures del mundo están expuestos en la vidriera pública del señalamiento por delante de la que pasan los adultos y las adultas a colgarles sus propios sambenitos sociales, culturales y sistémicos.

Una nena de 14 años puesta a protagonizar una relación sexual con tres hombres, filmado el horror por uno de ellos y difundido después a través de teléfonos celulares, correos electrónicos y sitios web es estremecedor por pura ruindad, por pura vileza. Y es, definitivamente, un delito por propio peso. Sin ninguna otra consideración lateral.

A través de la tecnología, que suele terminar con las distancias entre los seres humanos y abonar la cercanía, también se lastima profundamente, también se hiere de muerte. Durante meses circuló a través de los celulares el video ultrajante de la chiquita y sus tres abusadores. Hasta que alguien decidió presentar una denuncia.

Y en este punto se desataron todos los demonios que una sociedad puede contener. Una sociedad pequeña, de menos de 20 mil habitantes, de economía rural, que supo tener una presencia atronadora en los medios hace una década y media a partir de la masacre de seis personas jamás esclarecida.

Esa sociedad, cuando la Justicia puso en expediente que se había cometido un delito y echó a andar su pesada maquinaria, tomó el peor de los partidos. Y salió a la calle -como nunca antes por una iniquidad o por crímenes no resueltos- para pedir por los imputados. Para pararse en la vereda de enfrente de la ley. Para reclamar por “las tres víctimas” y denunciar arteramente a la más vulnerable. A la nena de 14 años. Para quien, como designio atávico de las mujeres desde las dulces aguas del útero materno, la palabra puta será un estigma y una imputación de la que -está escrito- jamás se podrá demostrar inocencia.

El propio intendente de General Villegas habló. "Si tuvo sexo con tres hombres a la vez es porque algún problema tiene". Se llama Gilberto Alegre. “Dicen que es un poco rapidita”, agregó por si era necesario.

Para el resto, la chiquita -tenía 14 años en el momento del video- es ninfómana -condición mítica atribuida a las mujeres y nunca comprobada científicamente- , hizo víctimas a tres buenos muchachos del pueblo quienes no pudieron resistirse a su seducción; tiene historias sexuales desde los once años con hombres mayores y, si hubiera vivido unos siglos atrás, ya le subiría el fuego desde los pies en una pira inquisitoria por bruja consumada.

La psicóloga e integrante de Profesionales Latinoamericanos contra el Abuso de Poder, Pilar Vendrell, dice: “de parte de la joven, no hay preparación interna sobre su sexualidad. Puede que acepte, pero es el adulto el que debe decir que no". Sin embargo una profunda ignoracia social y una responsabilidad histórica de la Iglesia que no ha permitido desmitificar la preminencia masculina y la calidad de serpiente bíblica de toda mujer desde la mismísima cuna son algunos de los motivos que hacen posible una marcha por el centro de Villegas encabezada por la mujer de uno de los acusados. Irene Meler -coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires-, interpreta: “No me apuraría a hablar de una connivencia perversa: uno de los efectos más terribles de la dominación masculina es que, junto a la violencia sobre las mujeres excluidas, para las incluidas rige la anulación del pensamiento crítico”.

La excluida es la chiquita de 14, ya condenada por una sociedad que camina y piensa paralela a la Justicia. Las incluidas, las que sufren cultural y ancestralmente la anulación del pensamiento crítico, salen a manifestar en defensa de sus hombres, el sostén social y económico de sus hijos. Lo demás, es inherente a lo masculino. Y debe ser indiscutible.

En el medio está la infancia. Vulnerable, des-amparada, con el cuello listo para recibir los sambenitos sociales y culturales de sus adultos. Aquellos que hicieron el camino de piedras sobre el que los obligan a caminar descalzos. Cada vez más niños son. Más pequeños. Para ser delincuentes o prostitutas. Para ser encerrados y encerradas. Esclavos y esclavas. Que con su martirio desentierran, doscientos años después, la lengua de Castelli. Si ves al futuro, dile que no venga.



Fuentes de datos:
Diarios Página/12, Clarín, 24con.com.ar

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