El número de cesáreas que se practican en los hospitales ha empezado a caer, una buena noticia si se tienen en cuenta las indicaciones de la OMS, que desde hace más de 20 años recuerda que no es justificable que estas intervenciones superen un 15% sobre el total de los partos. En 2007, las cesáreas suponían alrededor del 25%, mientras que los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a 2009, muestran un descenso de ocho puntos. Esa caída ya se registró en 2008. Las organizaciones que defienden la necesidad de concluir los partos, en la medida de lo posible, de forma normal, se congratulan con estas cifras.
Basta de cesáreas rutinarias
El porcentaje de partos por esta técnica cae ocho puntos y se acerca a las recomendaciones de la OMS - El deseo de la madre se tiene más en cuenta y los profesionales empiezan a cambiar
Los ginecólogos piden "incrementar la calidez y calidad de la atención"
Los médicos temían las demandas cuando algo iba mal en el parto
El logro es claro: una cesárea no deja de ser una intervención quirúrgica que, además de prolongar tres o cuatro días más la hospitalización de la madre, multiplica el riesgo de infecciones y cuadriplica el de hemorragias. Sin olvidar tampoco el fondo económico, ya que un parto sin complicaciones cuesta unos 1.400 euros mientras que una cesárea normal cuesta más de 2.700, según datos del Ministerio de Sanidad.
En 2007, Sanidad acordó con las comunidades la puesta en marcha de lo que llamaron Estrategia de Atención al Parto Normal (EAPN) para "humanizar" este proceso y situarlo en "su justa dimensión fisiológica". Años después, la estrategia parece haber surtido efecto. Los profesionales suelen achacar el inflado número de cesáreas a la comodidad de algunos de sus colegas o bien a la falta de personal en ciertos turnos, que llevaría a practicar una cesárea antes de tiempo por si horas después se hace inevitable y no hay facultativos para ello. Las intervenciones en la sanidad privada duplican en algunos casos las cifras de la pública.
Las demandas judiciales tampoco han ayudado a deshinchar estos datos. Si algo iba mal en el parto y no se había practicado una cesárea, el médico solía perder la pugna en tribunales.
Para ir cambiando estas costumbres se aprobó la estrategia de partos normales. La ginecóloga Pilar de la Cueva fue en los comienzos la coordinadora científica del proyecto: "Profesionales de distintos ámbitos veníamos trabajando en ello años antes; entonces te decían que eras una jipi, pero lo que pedíamos era, simplemente, que ahorraran a las embarazadas prácticas inútiles, como el rasurado, la episiotomía, que no separaran al bebé de la madre de forma inmediata, que dejaran entrar a la pareja, muchas de esas cosas se han conseguido ya. Una cosa es que se pida epidural, pero aunque no duela no hay por qué rajar sistemáticamente", cuenta.
De la Cueva piensa que el empujón definitivo lo ha dado la sociedad, las madres, que han reclamado otros modos en los hospitales. Su frase favorita, que recoge el texto de la estrategia, es la que menciona la necesidad de "incrementar la calidez y la calidad de dicha atención". De la Cueva explica que se han impartido talleres para los profesionales, médicos, matronas, aunque cree que aún se debe hacer un mayor esfuerzo por llegar al ámbito judicial. "Ya tenemos protocolos precisos basados en la evidencia científica. Y sabemos que las cesáreas no siempre son necesarias y se conoce el sufrimiento del bebé y la más difícil recuperación tras el parto".
Las cesáreas venían subiendo casi un punto cada año en España, pero esa tendencia se rompió en 2007. Ese año el INE inició la recogida de datos propios sobre cesáreas, bien a través de los facultativos en los hospitales o con encuestas a los padres que se les ofrecen al inscribir al bebé en el registro civil. Pero el Ministerio de Sanidad recaba también sus propias cifras, las últimas de 2008. Aunque en 2007 los datos del INE no son todavía rigurosos por completo, coinciden con los del ministerio: un 25% de cesáreas practicadas. A partir de entonces, y ya con los datos del INE, que el ministerio da por buenos, se produce la caída. "No sube, y eso ya es positivo, eso había que pararlo. Hay muchas prácticas inútiles, como los enemas, no dejar a las parturientas tomar líquidos, poner oxitocina de forma rutinaria. Ahora a la mujer se le pide más opinión, que participe", explica Longinos Aceituno Velasco, jefe de servicio de Ginecología y Obstetricia del hospital Huércal-Overa (Almería).
En Europa coexisten tres modelos, desde el más intervencionista e institucionalizado, donde puede inscribirse España, hasta el que se da en Holanda o países nórdicos, donde el parto se practica incluso fuera de los hospitales y es atendido por matronas. Hay otro, el que se practica en Alemania o Reino Unido, institucionalizado pero humanizado. La estrategia aprobada en 2007 por el ministerio plantea que solo se intervenga "para corregir las desviaciones de la normalidad y que los profesionales sanitarios favorezcan un clima de confianza, seguridad e intimidad, respetando la privacidad, dignidad y confidencialidad de las mujeres".
Así pues, no se trata de sacar los partos de los hospitales, ni de rechazar la epidural, por ejemplo, pero sí de dejar margen de decisión a las parturientas.
"Estamos satisfechos de cómo los profesionales han ido incorporando estas prácticas, y protocolos basados en las evidencias científicas", dice la jefa de servicio del Observatorio de Salud de las Mujeres (Ministerio de Sanidad), Isabel Espiga. "Había mucha variabilidad en las cifras de cesáreas, entre comunidades, entre unos hospitales y otros, incluso en los mismos hospitales. Ahora es más homogéneo", añade.
Asociaciones como El Parto Es Nuestro, implicadas desde 2003 en conseguir que las cesáreas disminuyan, aplauden estos datos, pero advierten: "Esperamos que el descenso no sea a costa de un mayor número de partos instrumentalizados o con fórceps", dice su presidenta, Marta Parra.
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