La función de las palabras que describen realidades internas

Uno de los aspectos más complejos para “aprender” a construir biografías humanas es la capacidad de “inventar” palabras que nombren todo aquello que no ha sido dicho por quien detentaba el discurso oficial. Palabras que describen realidades internas pasadas, contradictorias, infantiles, negadas o sublimadas. La palabra justa y pertinente da un sentido exacto a la maraña de sensaciones ambivalentes que no pueden existir porque están desorganizadas y sobre todo, porque contradicen el lugar de identidad que nos da refugio. Con relación a una realidad tan frecuente como es el desamparo emocional durante la infancia, es obvio que nadie ha nombrado tal cosa. Con seguridad no la nombró nuestra madre, ni nuestro padre ni ningún adulto allegado. El desamparo emocional, el maltrato, el abandono, el abuso en todas sus formas, la soledad durante la niñez, la sensación de injusticia, el miedo, las fobias, y todas las evidencias de falta de amor, solidaridad o cobijo, serán las palabras que más utilizaremos en el armado de prácticamente todas las biografías humanas. Claro que en cada historia, el abuso y el maltrato se presentan bajo modos distintos. Pero nos compete a los profesionales registrarlos, ubicarlos en el escenario y nombrarlos.

Una vez que el consultante escucha palabras a las que nunca antes le había dado un significado trascendental, sabrá rápidamente si corresponden con su realidad interna o no. Es automático. Porque no importa si ha relegado a la sombra la totalidad de sus experiencias. La sombra no es un lugar donde desaparecen las vivencias. Simplemente es un refugio donde pueden permanecer aguardando detrás del telón, hasta que se las invita a participar de la fiesta. Todo trabajo de indagación personal “toca” de algún modo la campana para que esa instancia aparezca más visiblemente. No se trata de interpretar ni estamos sacando de la galera teorías grandilocuentes. Estamos sólo poniendo palabras a algo que el consultante dice sin saber que lo está diciendo. Por ejemplo, si un consultante recuerda con lujo de detalles todo lo que le preocupaba a mamá, nosotros pondremos palabras a ese “mirarse a sí misma de mamá” y a esa “no mirada de mamá hacia el niño que nuestro consultante fue”. Estamos nombrando con palabras nuevas algo que el individuo siente interiormente. Nuestra función es similar a la de un Director de orquesta que trata de escuchar la totalidad de los instrumentos, intentando encontrar la mejor melodía del conjunto. Pero no sabemos más que el pianista o el violinista, ni tenemos opiniones sobre lo que cada músico debería hacer. Sólo trabajamos para ofrecer a cada individuo, unavisión de su propia totalidad.


Párrafo extraído del libro “El poder del Discurso Materno”
Laura Gutman.

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