Parto, miedo y dolor

La obstétrica y psicóloga, Amelia Mussini explica en el libro

'Parto, miedo y dolor. Medir el miedo para dar cauce al dolor'

(Del Nuevo Extremo) la importanica del apoyo emocional y

el estímulo corporal en el trabajo de parto. Ofrecemos un

adelanto.

Todo investigador trabaja acuciado por las preguntas que lo

persiguen. ¿De dónde surgen esas preguntas? La repuesta es,

generalmente, bastante personal. A algunos les surgen de los

libros, a otros de un profesor, o de la tarea cotidiana.
Les voy a contar de dónde surgen mis preguntas y cómo,

casi sin darme cuenta, me fui introduciendo en la interdisciplina.

En 1964 comencé a trabajar como maestra en escuelas del

Gran Buenos Aires, partido de La Matanza: en Laferrère,

González Catán, Barrio Los Pinos… Todas, llamadas en aquel

entonces 'escuelas de villa'. La mayoría de las aulas eran

viejos tranvías acondicionados. Hoy se habla mucho de

desnutrición infantil, pero ya entonces veíamos chicos

con hambre, que no aprendían porque tenían poca

concentración y estaban preocupados por otros temas.

En muchas de las casas había problemas por la carencia

de recursos económicos básicos y de sostén social. A esto

se sumaba, con cierta asiduidad, la falta de madre o padre,

y así, estos niños crecían con una concepción 'devaluada' de sí

mismos y de la vida.
Ya este primer trabajo, inmerso en un sector social distinto

al que pertenezco, me ayudó a pensar e interesarme en el

componente sociológico y antropológico de la vida humana.

En esa población había descendientes de los primitivos

habitantes de estas tierras, por lo cual se escuchaban

creencias y ritos diferentes, y tan válidos como los nuestros.

Estaba en ese momento decidiendo mi carrera universitaria.

Motivada por todo lo que veía y escuchaba en las escuelas

primarias, ingresé en Filosofía y Letras a la carrera de Psicología.

La facultad sufría entonces la persecución por parte de la

dictadura militar y, a los dos años de mi ingreso, fue cerrada

por un tiempo. En ese momento me incorporé a la carrera de

Obstetricia, de la que nunca más me pude desprender, y tuve

una de las vivencias fuertes de mi vida: presencié el primer parto.

Aun cerrando mis ojos puedo evocar con nitidez esa escena.

Imagínense una sala de partos (que ahora llamaríamos 'tradicional').

Una señora, acostada en una camilla —con lo que nosotros,

los de obstetricia, llamamos 'las piernas colgadas'—, toda tapada

con sábanas estériles. Las alumnas (ninguna hasta ese momento

había tenido esta experiencia) ingresamos a la sala y nos ubicamos,

casi sin mirar a nadie, en unas gradas como las de los coros, justo

frente a la camilla en la que solo se veía la vulva. Es evidente que

entramos al final del período expulsivo porque a los pocos segundos

vimos cómo salía la cabecita y luego todo el cuerpo del bebé.

Nadie nos había preparado emocionalmente para entrar ni

estábamos conectadas con la embarazada, a quien no habíamos

visto. Recuerdo un gran silencio en esa sala de partos, solo la voz

de la médica indicando cómo pujar, y después el llanto del bebé,

a quien retiraron inmediatamente. Pienso que tal vez así era la

organización en la Maternidad Pardo cuando debían ingresar

estudiantes.

En la carpeta de 'archivos de mis recuerdos' hay otra escena

más antigua que tengo muy grabada, y fue repetida en cada

uno de mis cumpleaños. Es el relato con el que me despertaba

mi mamá a las nueve de la mañana, hora en que nací. Ella me decía:

'Acabas de nacer. Fuimos a la mañana muy temprano al hospital

de Puerto Belgrano. Tuve suerte: la partera de guardia era una

amiga que, aunque hacía mucho que no la veía, me cuidó muy bien.

Fue rápido: enseguida me llevó a la sala de partos; tenía las

piernas colgadas mientras me presentaba a sus compañeros

médicos; sentía mucha incomodidad y vergüenza. A tu papá lo

mandaron a tomar un café y él se fue. Naciste y te pusieron sobre

una mesada. Hacía mucho frío, te vi morada y les dije: —No la dejen

ahí, va a estar más calentita conmigo…'.

No pude imaginarme cómo era una mujer con 'las piernas colgadas',

hasta que por fin entré como alumna a aquella sala de partos en la

Maternidad Pardo; es evidente que mi madre me dejó vislumbrar

escenas que yo tuve que ir a buscar para ver y entender.

El tiempo y mi experiencia como obstétrica me permitieron ir

tamizando el recuerdo de esos relatos. Pude escuchar en ellos

los reclamos de una mujer: por un lado, hacia su marido

(¿por qué se fue?). Y también hacia los profesionales:

¿por qué no le sugirieron a él que participara del parto,

que la acompañara, que estuviera en la escena, no

tomando un café ante la circunstancia tan importante

de su vida como es ser papá…?

Otro reclamo de mi madre en su relato: 'Saliste y te pusieron

sobre una mesada; era 9 de julio, hacía mucho frío, te vi

morada y dije: 'No la dejen ahí, dénmela, que va a estar más

calentita conmigo'. Esa era la forma en que se revisaba al recién

nacido, por razones de seguridad. Razones que luego fueron

analizadas científicamente. Tiempo después pude conectar

estos reclamos de mujer y mis nuevas búsquedas en obstetricia.

Nunca creí del todo que fueran casualidad: creo que la primera

que me ayudó a pensar fue esta mujer, mi mamá, que, sin darse

cuenta, elaboraba sus escenas tan fuertes de parto con su propia hija.
Desde 1972 y durante años —además de mi labor en instituciones

públicas—, formé parte, en el ámbito privado, de un equipo

interdisciplinario. Con él invitábamos a los papás (de la manera

en que ellos quisieran y pudieran) a estar con nosotros en la sala

de partos. Yo ayudaba a las mujeres a que buscaran sus maneras

personales de estar en el parto: no les 'colgábamos las piernas', no

estaban acostadas; nuestro neonatólogo no ponía sobre la mesada

al bebé, sino que lo miraba y lo controlaba sobre el pecho de la

mamá (salvo las pocas excepciones en que alguna indicación

médica sugiriera lo contrario).

Hay también otra circunstancia que resulta llamativa en mi

historia personal. En 1998, en una charla casual, le pregunto a

una tía materna por la historia de mi bisabuelo —de quien tenía

pocos datos porque la familia no solía contar nada—. Así,

inesperadamente, me entero de que mi bisabuela, Juana Dispa,

llegada de Bélgica con su título de maestra, había ingresado al

Hospital de Clínicas y se había formado como una de las primeras

parteras profesionales de la Argentina.
Antes nunca me habían contado esto. Fue un dato que me impactó

mucho, y me abrió a nuevas preguntas tanto personales como en

el ámbito de la investigación de las transmisiones culturales.

A pesar de no haberlo sabido conscientemente, ¿hubo algo

que mi familia transmitió sin que ninguno se diera cuenta…?
De este modo fui valorando cada vez más mi predisposición a dar

marcada importancia al conocimiento de la historia tanto de la

ciencia médica como de las culturas, para articularlas en la formación

de profesionales que se dedican a la prevención y atención de la salud.

En estos momentos hay un nuevo movimiento de ideas con el objeto

de repensar ciertas verdades científicas, lo que sugiere que hay

una necesidad de reflexión. Por ejemplo, ¿pueden las mujeres

decidir sobre sus partos? ¿En qué aspectos pueden decidir?

¿Cuál es la diferencia entre el conocimiento sobre el propio

cuerpo de las mujeres y el saber médico sobre ese mismo cuerpo?

Y estos distintos saberes, ¿es posible que se articulen? ¿Resulta

útil esta posible articulación? Y si es así, ¿cómo lo hacen?

Este libro es un potencial aporte para esta reflexión y sus

implicaciones en la obstetricia. Está escrito con el deseo de

seguir instalando esa reflexión tanto en las futuras madres

y futuros padres como en los profesionales que atienden el

embarazo, el parto y la crianza.

Está dirigido en particular a los profesionales relacionados

con la obstetricia (obstétricas, médicos obstetras, neonatólogos,

parteras, enfermeras, etcétera), y también a aquellos

provenientes de la psicología o la psiquiatría, cuya especialización

se vincule con la atención perinatológica. Por su enfoque

interdisciplinario, es asimismo un aporte para antropólogos

y sociólogos interesados en los condicionamientos culturales

y sociales implicados en estas cuestiones. Y, en especial, está

dirigido a las mujeres embarazadas, a sus parejas y a las

familias que se encuentran en esa movilizadora situación vital.

Es también mi intención proponer a las autoridades nacionales

de Salud que la Psicoprofilaxis Perinatológica Integral (que abarca

el embarazo, preparto, parto, puerperio, lactancia, y crianza) sea

instituida como especialidad. Que su formación científica sea

interdisciplinaria, profunda y sistemática. Y que incluya el gran

aporte de las técnicas corporales en todas las etapas mencionadas,

ya que de este modo se podrán analizar y resolver mejor las

problemáticas actuales durante el embarazo, en las salas de

parto y aun en los puerperios cuando las parejas retoman

el tema de salud sexual y anticoncepción. Temas todos de

gran actualidad y que necesitan un mayor aporte de

profesionales formados.

Artemisa Noticias

2 comentarios:

  1. ¡Qué historia tan interesante!
    Espero poder comprar el libro muy pronto.

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  2. Hola a todas!!!!
    Quería comentarles que en abril se inicia en la Fundación Buenos Aires, un curso de Capacitación sobre Primera Infancia y Crianza, y está organizado también por la Asociación Argentina de Puericultura a cargo de Laura Krochik.
    Les paso el blog de donde pueden sacar info si les interesa!!! http://primerainfanciaycrianza.blogspot.com

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